Últimamente, he estado reflexionando sobre cómo será mi vejez. Me he imaginado como un tipo alto, delgado y reservado, pero hace poco descubrí que mi naturaleza no es de "pocas palabras", más bien soy "lento de palabra".
Aunque ambos términos parecen similares, en realidad son muy distintos. Las personas de pocas palabras pueden no decir mucho, mientras que aquellos que son lentos de palabra simplemente piensan cuidadosamente antes de hablar.
Siempre he admirado esta cualidad en las personas que la poseen, junto con su tono tranquilo y suave. Aunque mi propio tono y palabras me han dado muchas satisfacciones, he llegado a un punto en el que me resulta difícil frenar la avalancha de palabras que salen de mí.
Recientemente, escuchando al pastor Rick Warren, descubrí que Jesús era un hombre de palabras pausadas y un caminar seguro. No me lo puedo imaginar con un tono agresivo o apresurado. Su serenidad y tranquilidad deben haber sido parte de su grandeza.
Creo firmemente que ser lento de palabra puede ayudarme a ser lento de pensamiento, y de esta forma, intentar vivir como Jesús. Después de todo, ¿no pasó tres días caminando apenas tres millas?
Aunque la prisa a veces es inevitable, el andar, pensar y hablar despacio son aún más valiosos. Tanto en los momentos de aflicción como en los de alegría, es importante tomarse las cosas con calma y permitir que la vida fluya, disfrutando de sus bondades.